Ritos y Cultos Mayas
Ritos y cultos
En una religión, los cultos y las creencias son,
generalmente, el reflejo concreto y palpable de una mitología enraizada en el
pensamiento popular. Constituyen un lenguaje que define y delimita el espacio
de comunicación entre los hombres y sus dioses. La mitología es el fundamento,
el culto es el marco y el rito, el instrumento.
Los mitos mayas justifican, explican y aglutinan todas las
operaciones culturales. Por esta razón, el culto se convierte en el centro de
gravedad alrededor del cual se organizan los mitos y los ritos.
La religión maya estaba ligada a las incertidumbres de la
agricultura y generaba un gran número de intervenciones rituales, que
equivalían a otras tantas intercesiones ante los dioses para que facilitasen la
vida cotidiana y las buenas cosechas. Es lo que se ha venido a llamar religión
oficial, siempre patrimonio de los dioses.
Paralelamente, existía una religión rural que nunca se
identificó con los dioses.
Todas las prácticas religiosas de la civilización maya
estaban ligadas al relato de la Creación: dado que los dioses crearon a los
hombres, a cambio estos debían adorar a las divinidades alimentándolas.
Los ritos del sacrificio
En este espíritu de don, combinado con la necesidad de
mostrar a los dioses cuanto se les venera se inscriben los denominados rituales
de los sacrificios.
Bajo este nombre se agrupan todas las prácticas rituales que
tienen como objetivo honrar a los dioses por medio de un sacrificio. Conociendo
el refinamiento de la sociedad maya, no debe sorprender la existencia de una
gran cantidad de matices para expresar con una fe vibrante el don ofrecido a
los dioses.
Los mayas consideraban que su primer deber hacia los dioses
para agradecerles la creación del mundo era alimentarlos. En efecto, la vida en
la tierra dependía del deseo divino, de aquellos dioses que en el pasado
destruyeron varias veces la humanidad para engendrar otra nueva; los mayas
dependían del buen humor de estas divinidades todopoderosas y, a veces,
caprichosas, por lo que había que honrarlos en todas las ocasiones.
Los sacrificios sangrientos eran necesarios para la
supervivencia de los dioses y de los seres humanos. La sangre humana es una de
las ofrendas más apreciadas por las divinidades.
Los ritos de sangre
Para los mayas los sacrificios ocupaban un lugar simbólico
muy importante. El rey era considerado una encarnación divina que, además, de
sus privilegios temporales y materiales, podía comunicarse con los dioses.
Se dedicaba con su esposa, su familia y la sociedad maya a
los llamados ritos de sangre.
En las reuniones públicas se llevaban a cabo este tipo de
ritos. El rey daba ejemplo haciéndose un corte con un cuchillo hecho de roca, y
dejando que su sangre corriera sobre un papel colocado en un recipiente.
También se han hecho en otras partes del cuerpo, ya que lo importante era
conseguir sangre humana.
Una vez recogida la sangre, se quemaba el papel manchado, de
modo que el humo conectaba con el mundo celestial, con lo que se cumplía el
deber hacia los dioses.
La pérdida de sangre más las drogas que tomaba el rey, hacía
que entrase en un estado de trance, con lo que este se transportaba al mundo de
los espíritus, derribaba las barreras entre los dos mundos. Es cuando se
cumplía plenamente su función.
Los sacrificios de animales
En ofrenda a los dioses era muy habitual llevar a cabo el
sacrificio de los animales. En todos los casos, la sangre de los animales
sacrificados se ofrecía ritualmente a los dioses.
De todos modos, la ofrenda de sangre humana era la mejor
garantía para aplacar las cóleras divinas y evitar el castigo celestial.
Los sacrificios humanos
Los mayas siempre mataron hombres en honor de sus dioses, con
la intención de preservar la vida a través de la muerte, y siempre con una
carga simbólica muy fuerte. Es importante destacar la relación entre la vida y
la muerte, el equilibrio frágil entre el ser y el no ser, el sentido conferido
al tránsito entre dos mundos. Las víctimas de los sacrificios humanos que
practicaban los antiguos mayas en el actual México eran en su mayoría niños y
hombres jóvenes. A veces eran arrojados vivos y otras veces eran cruelmente
asesinados y arrojados a los lagos en cavernas subterráneas llamados cenotes.
El arqueólogo Guillermo De Anda, de la Universidad de
Yucatán, estudió los huesos del fondo del cenote sagrado de Chichén concluyendo
que un 80 por ciento de ellos eran de niños de entre tres y 11 años. La mayoría
habían sido arrojados vivos, pero algunos eran despellejados y desmembrados
antes de ser ofrecidos a los dioses, especialmente al dios de la lluvia, Chaac.
Detalle del friso maya de la Era Clásica en el Museo Arqueológico de Palenque, Chiapas, México
Los ritos funerarios
Aunque la muerte aparecía como la finalidad ritual del
sacrificio humano, estaba investida de un sentido muy particular y de unos
significados tan importantes como los que estaban ligados a la vida. Por lo
tanto la religión maya instauró unos ritos relacionados con la muerte para
proteger a la gente que penetraba en el Mundo subterráneo.
Los mayas no concebían la muerte como el final de la
existencia humana. Para ellos era un paso de un mundo a otro, que estaban
señalizados con ritos muy concretos.
Normalmente, la gente del pueblo era enterrada, hecho que le
daba tiempo al difunto para prepararse para lo que le esperaba. Los guerreros
muertos en combate, las víctimas de guerra o las mujeres muertas de parto se
ganaban el cielo sin pasar por Xibalbá.
Los mayas celebraban numerosos ritos para preparar al difunto
para que su viaje fuera más llevadero.
El enterramiento y rituales tenían su significado: los
muertos se sepultaban en la tierra para fertilizarla. Esto equivale a otorgar a
los difuntos un tipo de poder que los vivos no tienen.
Los ritos de la confesión
Además de los ritos ya mencionados existían otros menos
espectaculares, que representaban la ocasión perfecta para que cada individuo
pudiera afirmar su fe, a su nivel y a su manera.
Los ritos confesionales demostraban la importancia que tenía
para un miembro de la sociedad maya mantener una estrecha relación con las
divinidades, ya que estas daban un sentido coherente a sus vidas.
La veneración a los dioses y el respeto a los textos sagrados
era tan importante que tenían que reflejarse en la vida diaria. Las nociones
del bien y del mal estaban muy bien definidas y delimitadas por los sacerdotes.
La noción de «pecado» se hallaba presente en las mentalidades de los mayas.
Para que este fuese más llevadero, la religión ofrecía varias posibilidades
como la auto-mortificación y la confesión.
Se trataba de expiar la culpa, de hacer acto de humildad,
para no manchar la relación privilegiada que unía al hombre con las divinidades
que veneraba. Para ello, se necesitaba hablar, orar. Los pecados se podían
confesar de diferentes maneras:
A solas, en un diálogo personal con el dios o los dioses.
Ante un sacerdote, que servía de instrumento al pecador para aliviar su conciencia.
En comunidad, es el recurso al chivo expiatorio: en una fecha determinada, cada uno se confesaba ante una anciana que era golpeada hasta la muerte para que expiase todas las culpas que habían sido confesadas.
A solas, en un diálogo personal con el dios o los dioses.
Ante un sacerdote, que servía de instrumento al pecador para aliviar su conciencia.
En comunidad, es el recurso al chivo expiatorio: en una fecha determinada, cada uno se confesaba ante una anciana que era golpeada hasta la muerte para que expiase todas las culpas que habían sido confesadas.
Cancha para el juego de pelota de Monte Albán
Los ritos del juego de pelota
Algunas ceremonias rituales adquirían la forma de espectáculo
público, y llevaban el símbolo del relato de la creación. Es el caso del juego
de la pelota. Este tenía una significación mítica y esotérica, que para
entenderla hay que conocer cómo se desarrolla el juego.
El terreno de juego tenía forma de una «I» mayúscula con las
paredes laterales inclinadas. Cada equipo estaba formado por seis jugadores,
que hacían botar de un lado al otro una pelota solo con las caderas, codos o
muslos. Estaba prohibido con las manos o con las piernas. A veces el juego era
violento, por lo que los jugadores llevaban protecciones.
Los juegos eran programados y se disputaban en fechas muy
concretas. Por lo que los jugadores exhibían collares con piedras y llevaban
peinados que recordaban los símbolos de sus dioses favoritos.
Se celebraban dos tipos de partidos:
Los reservados a los jugadores del pueblo.
Los que celebraba la clase dominante.
Los que celebraba la clase dominante.
Para participar en el juego, era necesario poseer una rapidez
y una agilidad fuera de lo común. Se lograban puntos cuando el balón pasaba a
través de un aro de piedra fijado en una de las paredes laterales o si tocaba
el suelo en el lado del adversario.
El partido alcanzaba su punto álgido cuando llegaba a su fin:
el capitán del equipo perdedor era sacrificado y ofrecido a los dioses.
El juego de pelota simboliza en realidad el combate a muerte
que tuvo lugar durante la tercera creación, y el suelo del terreno de juego
representa la plataforma terrestre que separaba el mundo humano del mundo
inferior.
Los grandes centros de culto
La religión maya estaba presente en todos los pueblos del
reino, en los poblados más humildes. En el corazón de estos grandes centros
ceremoniales de las principales ciudades es donde se apreciaba realmente la
importancia y el valor de los ritos y de las prácticas religiosas. Ninguna de
estas ciudades estaba unas por encimas de otras. Las relaciones eran fluidas y
reflejaban en todas las circunstancias una identidad cultural y una evidente
comunión de intereses.
Ciudades como:
Tikal
Templo IV o Templo de la Serpiente Bicéfala, el mayor de Tikal, visto desde Mundo Perdido
Templo IV o Templo de la Serpiente Bicéfala, el mayor de Tikal, visto desde Mundo Perdido
Chichén Itzá
La Pirámide de Kukulcán
La Pirámide de Kukulcán
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